Enviado por Viviana Acosta desde Colombia
Magnolia quería probarse a sí misma que era capaz de estar lejos de Sebastián y mantenerse activa, optimista, e incluso que era capaz de poder soportar un ataque de tristeza causado por cualquier motivo, inclusive soledad.
En el tiempo que estuvo con Sebastián, Magnolia aprendió que nada justifica quitarse la vida, por más duro que le tocara. Eso le dijo él en algún momento, y ella lo memorizo por siempre.
Magnolia vio en Sebastián un ejemplo de perseverancia y de lucha vital. Conoció un hombre aferrado a la vida, a pesar de que esta se ensañó con él.
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Él le contó en alguna ocasión –esperando que ella aprendiera la lección- sus tragedias de vida. Esas que le contaba a pocos. Le contó como le había tocado guerrear contra las desavenencias de la vida, cuando el que era, de momento, su mejor amigo a traición le quería quitar el negocio que al salir de la universidad habían montado juntos; le contó que a su padre lo vio luchar contra un cáncer, que aunque no le quitó la vida se la destrozó, tanto a él como a toda su familia, pues los tratamientos y los exámenes, que aunque se los hacían solamente a su padre, los padecía la familia entera. Y, cuando ya creía que todo comenzaría a ir mejor, su novia, la mujer que amaba y con la que ansiaba casarse, muere poco tiempo antes de la boda. Todas las tragedias se le juntaron a Sebastián, y así se lo hizo saber a Magnolia, cuando le hizo el resumen cronológico de sus tragedias.
Las historias de vida de Sebastián le movieron la fibra a Magnolia. Reflexionó en que si él se aferró cada vez más a la vida y guerreó continuo y con tenacidad, ella también lucharía, porque nada de lo que ella había vivido sumaba la mitad de lo que había tenido que pasar Sebastián, pero él aún continuaba en pie y cada día parecía tener más fuerzas.
Magnolia optó por ir a un sicólogo, quien le enseñó a manejar sus ansiedades y depresiones. Empezó a trabajar por volver a ser una mujer segura de sí misma, con esperanzas, sueños y anhelos. Pero para pasar su prueba de fuego, debía alejarse de Sebastián, quien para el momento era su zona de confort.
La manera en que Sebastián tomaba la vida la hizo darse cuenta que siempre había alguien en peor situación que uno y que, sin embargo, guerrea por continuar en el planeta. Magnolia estaba en el punto en el que ya quería tomar las riendas de su vida, valerse por sí mima, reencontrarse. Le contó a Sebastián que se iría, solamente que no le dio las razones, le dijo simplemente que tenía pendiente ese viaje.
Viajó a Argentina. Allí era invierno, amaba los paisajes grises, le parecían románticos e inspiradores. Había viajado antes allí, una de sus especializaciones la hizo en ese país, así que tenía buenos contactos. Pasaba días entre telas y costureras, y en las noches dibujaba. A veces caminaba, o simplemente leía al pie de la chimenea con una copa de vino.
Próxima entrada el Fin de la historia...
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Lee la cuarta parte acá.
Me gusto la reflexión de la protagonista, creo a a veces mirar para el lado puede ser bueno. Me gustaría que se quedarán juntos y fuese una historia de amorsssssssssssss :) esperando la otra parte
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