Por La Churro desde Chile
En estos días de invierno las
ventanas de mi hogar suelen amanecer empañadas. En la empañada ventana de mi
living se dibuja una extraña figura, son partes de cuerpos desnudos, una noche
de pasión que sin querer dejó una huella que solamente puedo ver en los días fríos.
Imagen de www.gettyimages.com |
Hace un año que no nos veíamos,
así que nos juntamos en un lugar neutral… no sé para qué alargamos lo
inevitable. Igual llegaríamos a mi casa para hundirnos en esa pasión que se desbordaba por nuestros cuerpos tras 12 meses de
lejanía.
Llegamos a casa y se sacó
inmediatamente la polera. No sé por qué siempre hacía eso, pero me gustaba
verlo echado en el sillón fumando con el cenicero apoyado en su torso desnudo.
Era una sensual imagen, como de comercial de ropa interior, que mi mente
transformaba al blanco y negro para hacerla más sexy aún.
Lo extrañaba tanto. Besarlo,
tocarlo, lamerlo, mirarlo… sentir, extrañaba sentir tanta pasión, y quizás
amor. Lo empujé contra la ventana y comencé a besarlo, él nunca se resistió a
mis besos. “Coneja, me decía, nos van a ver…”. Eso quería, quería que me vieran
junto a mi Conejo, que hubieran testigos de que tanta lujuria era posible. "Por eso me gustas" dijo al ver esa intesión en mis ojos. Me
gustaba que me vieran con él, que vieran mi orgullo por estar a su lado, y no la
absurda vergüenza que alguna vez sentí y que lo llevaron, con justa razón, a
terminar la relación. Absurda vergüenza y absurdos prejuicios que me hicieron perder lo más amado. Quizás me di cuenta tarde, pero al menos lo vi y ya no la
sentía. Necesitaba reivindicarme, quería
que me vieran con él, de su mano, abrazados, con ropa o desnudos, no me importaba,
sólo quería que el mundo fuera testigo de cuánto sentía.
Comenzando a 1 metro 75 del
piso se vislumbra una maraña de pelos enredados. Odiaba que Conejo se dejara el
pelo largo, pero así sus crespos quedaron dibujados en el vidrio. Más abajo dos
marcas equidistantes. Sus omóplatos huesudos que apoyó contra el ventanal. Junto
a esa maraña que representa su cabello se dibujan dos manos, las mías. Dos
manos que se resbalan y van bajando, sí, tal como la escena del auto en
Titanic. Dos manos que bajaron mientras fui besando cada centímetro de su
torso. Amaba besarlo, amaba saborear cada centímetro de su piel. Sentir cada
célula con mis labios, todo, todo. Y mis besos fueron bajando, hasta que en la
ventana se dibujan dos círculos perfectos. Le bajé los pantalones, su trasero
se marcó en el vidrio, y mis manos a su lado, apoyándome para no perder el
equilibrio mientras terminaba de besar todo su cuerpo.
A algunos meses de esa escena, la
figura de un huesudo Conejo aún se dibuja en mi ventana los días de frío. ¡Al
carajo la buena dueña de casa que soy! No pienso limpiar esa ventana nunca más
en mi vida. Cada vez que veo su figura recuerdo todo lo que sentí, en todo lo
que nos convertíamos cuando estábamos juntos. La miro y sonrío recordando como
una que otra luz de los departamentos vecinos se encendió, como una que otra
cortina se abrió sigilosamente. Recuerdo haber dicho en mi mente ¡Miren! ¡Miren!, ya no me avergüenza estar a su lado. ¡Miren cuánto lo amo! ¡Lean! ¡Lean cuánto
lo amo!
<3
ResponderEliminarjajaj La fans N°1 de este amor apasionado e inexplicable
EliminarUfff! Tus entradas cada día son las mejores. Me estremecen jeje.
ResponderEliminarAwww gracias Cebri! Que lindo comentario
EliminarChuuurro, por Dioooos!!!
ResponderEliminarque rico tener un amor así!
de verdad, inolvidable!
Absolutamente inolvidable... mmmm aunque eso no siempre es muy bueno
EliminarTe envidio. Punto.
ResponderEliminarjaja.. como me encanta leerte por el amor de Dios. :´)
escribri un libro y lo compro, lo juro.
jajaj siempre me haces comentarios tan lindiiiiiiis GRACIAS!!!!
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