Por la_papio, desde Chile.
Salí de ese lugar con el ánimo por el suelo. De un momento a otro un hombre succionó todas mis energías, me pisoteó e inventó una interacción asimétrica sin mi consentimiento. Una conversación que nació con ánimos de convencimiento y tierna negociación se transformó en un ataque agresivo sobre mi persona, de una manera injusta. ¿Qué derechos cree tener este sujeto, y quién se los otorgó para creer que tiene más poder que yo? El ser hombre no te hace ser más fuerte, imponente, importante ni dominante. Yo lo sabía, él no. Pero como reflejo de protección y auto conservación en plena discusión, que de hostil se tornaba hacia lo peligroso, decidí marchar.
De un momento a otro me volví frágil y vulnerable, caminaba insegura y me subí a la locomoción con pasos débiles e inestables. Sin música en mis oídos, sólo mis pensamientos tratando de entender qué es lo que había sucedido y dónde estaba ese súper héroe que podría haberme protegido de esa violencia e injusticia que me habían rodeado recientemente. Me perdí por un momento en la intimidad de mi mente y cerré mis ojos internos, dejando de ver el mundo, hasta que los gritos de una mujer me volvieron a la realidad.
Me doy vuelta y veo que una mujer le grita a un hombre, no insultándolo sino que poniéndolo en su lugar. No sé qué hizo él, pero no le presta atención a ella, habla por teléfono y al parecer el resto de las personas que sí vieron lo que hizo defienden a la mujer y lo critican en voz alta también. La voz femenina me retumba en los oídos, con fuerza y decisión, no es la voz de una víctima, no es la voz de una peleadora ni de una insultadora… es la voz de una defensora.
De pronto el hombre grande, de corbata, y quien no dejaba de hablar por celular, se transformaba en un hombre común y corriente. La fuerza de su voz y la impotencia de su lenguaje corporal comenzaban a normalizarse hasta pasar desapercibido.
El bus se detiene, la gente se baja con últimos mensajes dirigidos a ese individuo, la víctima también. Una mujer le explica al pasajero nuevo lo ocurrido: “el tipo la pasó a llevar, se dio cuenta de que estaba molestando y siguió haciéndolo… a ver si se atreve a ser tan hombrecito si hubiese sido un hombre”. Los hombres también gritan, pero para defender a la mujer. Todos empatizan, la mujer agredida nunca estuvo sola.
Fue ahí que retomé fuerzas, y aunque pude haber sido una de las únicas personas que no dijo nada para defender a la mujer, sentí que esas voces la defendían a ella y a mí. Sentí la vibra de la mujer con fortaleza, la heroína que necesitaba estaba al interior de cada pasajero, dentro de mí y alrededor mío. La energía de esos gritos defensores inundaban mis venas y mi postura se hacía más erguida… nunca estuve sola.
Mi paradero llega, me bajo de la locomoción casi vacía con el agresor en ella, él seguirá siendo juzgado, yo me renuevo. ¿Cuántas veces hemos sentido la impotencia ante situaciones de injusticia? ¿Cuántas veces hemos querido que alguien nos defienda? ¿Cuántas veces hemos sufrido solos y callado situaciones de abuso que mueren vencidas por no ser oídas? No es tiempo de preguntarse dónde está esa persona que nos salvará, el héroe o heroína está dentro de nosotros.
Buena esa reflexión! El día que dejas de esperar al superhéroe que venga al rescate y echas mano a tus propios recursos, con todas tus limitaciones, ese día, más allá de toda tu vulnerabilidad e impotencia, ese día, seas hombre o mujer, ese día te haces adult@!
ResponderEliminarSaludos!
Se me apretó la guata cuando leí tu relato... al margen del tema, está muy bien escrito.
ResponderEliminarSobre tu reflexión, es tan real como que nacimos y morimos solos, pero pucha que cuesta sentirse heroína cuando estás petrificada de miedo o anonadada por el asombro al ver situaciones que ultrajan tus valores... me pasa que reacciono activamente cuando le pasa a los demás, como si yo no me necesitara tanto como los otros. Sí, es raro, pero lo he vivido en incontables ocasiones.
oHH me senti tan identificada con el relato, sentir eso es lo peor, en mi caso me quede con todo adentro sin poder ser eroina de mi propio abuso, porque el vil cochino se dio a la fuga en moto, por más que miraba el suelo para lanzarle una angry roca no vi ninguna.
ResponderEliminarCOncuerdo con las reflexionas de aquí, nunca debemos callar el abuso menos cuando es privado, aun menos cuando es publico porque aunque el mundo sea un poco individualista, al parecer no estamos solos.
oHH me senti tan identificada con el relato, sentir eso es lo peor, en mi caso me quede con todo adentro sin poder ser eroina de mi propio abuso, porque el vil cochino se dio a la fuga en moto, por más que miraba el suelo para lanzarle una angry roca no vi ninguna.
ResponderEliminarCOncuerdo con las reflexionas de aquí, nunca debemos callar el abuso menos cuando es privado, aun menos cuando es publico porque aunque el mundo sea un poco individualista, al parecer no estamos solos.
Te pasaste! todo lo que puedo comentar ya lo dicen mejor las demás chicas. Bravo.
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