"La felicidad que he descubierto en mi reciente viaje a Napolés me ha convencido de que no solamente puedo hallar la felicidad sin David, sino que debo. Por mucho que lo quiera (y lo quiero con una intensidad ridícula), tengo que despedirme de esta persona, pero ya. Y que sea algo definitivo".

Y así fue, pese a la pena invencible, saqué fuerzas de donde no las tenía y saqué mis cosas del departamento; con la única convicción de saber que había que seguir ganándole al día, hasta que se pasara el dolor. "Lo que duele, no siempre daña". Entre mis metas, está ser obediente en mi proceso de rehabilitación y no cuestionar lo que los expertos me plantean, así que pese a mi no convencimiento y al tratar de convencerlo, o asegurarme de que esto era lo que quería/queríamos, tenía un pie dentro de la situación más compleja de este periodo, y a la vez, uno afuera.

Rodolfo Duarte - Fotógrafo - Visuales para Be Bloggera 

#Confieso que me tomó semanas desarmar los 3 bolsos de ropa que me traje (sí, aunque no lo crean, sobreviví semanas solamente con 1/12 de mi ropa y de mis zapatos), me negaba a la idea de tener que armar un clóset que no me gustaba, en una pieza que había dejado de ser la mía. Lo hice, cuando me vi en la necesidad imperiosa de tener internet en la casa, con una velocidad digna, creí haber estado firmando mi esclavitud y afirmar el ser #hijaotravez, con todo lo que eso conlleva (lo bueno y lo malo, por supuesto). Poner mi ropa en cada casillero era estar aceptando mi derrota, con ello llegaba aún más la pena y la frustración del proyecto de vida destruido. ¿Por qué seguir aplazando lo que ya era absolutamente evidente? ¿Por qué cerrar la puerta con pestillo y dejar la ventana medio abierta? Aunque mi consciente sabía dónde iba a parar todo esto, era necesario que convenciera a mi inconsciente de lo mismo. Cuando uno está en duelo llora, y llora con hipo, se enferma, te duele todo, hasta el pelo, así estuve en la agonía esperando el día que había elegido para salir de ahí. Si iba a irme, tenía que ser definitivo.

"Cuando tengo unos días de sentirme sola, pienso: Pues estate sola, Liz. aprende a relacionarte con ella. Haz un mapa de soledad. Siéntate a su lado por una vez en la vida. Da la bienvenida a esa experiencia humana. Pero no vuelvas a usar el cuerpo o los sentimientos de otras personas para intentar aliviar tus deseos insatisfechos".

En este período de soltería aceptada, he tratado de "pololearme". He tratado de descubrir en mí lo que me gusta hacer "sola", lo que no me gusta hacer "sola", lo que puedo aceptar, lo que puedo tranzar, lo que puedo odiar de mí misma y de los otros. No es que me sienta una mujer renovada, creo estar muy lejos de eso, pero sí tengo la sensación de estar cada día intentando encantarme a mí misma conmigo misma, así de complejo y difícil para 15 años de eternas relaciones. Por un lado, confieso que me gusta, pero por otro me asusta... ¿Será que me convertiré en una treintiañera llena de manías, tanto así que me va a ser imposible estar con alguien en la vida alguna vez?

Cuando acabé está relación (y con eso me refiero a "políticamente acabado", o sea, cuando dijimos "no más", que es harto distinto a lo "emocionalmente acabado") me prometí a mí misma, no solamente serle fiel a mi voz interior, sino que a no ocupar el recurso "Plan B" como un amor funcional, que me permitiría seguir con mi vida "tranquila" (sí, lo asumo, espero ustedes también lo asuman. Muchos de ustedes, mis exs, fueron en parte amores funcionales para mí, y de ahí, sí, mutaron, algunos, no todos). No me voy a refugiar en los brazos del hombre romántico que me quiere de manera fidedigna, que me dice cosas hermosas, solamente por el hecho de tener la necesidad de sentirme alagada y complacida. No voy a ser un peligro público. Le voy a dar la bienvenidad (trato de hacerlo día a día) a esa desconocida yo.

"Hay otra expresión italiana maravillosa: l' arte d' arrangiarsi, el arte de sacar algo de la nada. La capacidad de convertir un puñado de ingredientes sencillos en un banquete o un puñado de amigos selectos en un fiestón. Para hacer esto, lo importante no es ser rico, sino tener el talento de ser feliz".

Y me he dedicado a ensayar ese talento eminente que todos tenemos de ser feliz, permitiéndome hacer cosas que antes jamás hubiese hecho. Como estudiar en verano en cátedras libres, como decidir si querer estar o no en ciertas situaciones, como organizar mi tiempo y hacer lo que realmente quiero, sin pensar en un otro (¿estará bien?, ¿Será feliz él también? ¿Estaré siendo egoísta? Etc.), como no exigirme más de lo debido, como presentarme como soy sin el afán de agradar, como comer más sano, como rodearme de gente que me hace bien, estar con aquellos que me necesitan, como prestar oído (y ojos para leer el whatssapp) cuando alguien solamente quiere conversar. He aprendido a valorar cada minuto de felicidad que me entrega la vida, porque estoy convencida que la felicidad plena solamente se consigue cuando atesoras todos esos pequeños episodios en los que realmente fuiste feliz, con lo que sea, con lo humilde, con lo lujoso, con lo barato, con lo caro, con lo bonito y con lo feo. Me siento afortunada pese a todo el dolor. Nunca dejaré de agradecer todo lo vivido, revivo de a poco de mis cenizas para ser una mejor mujer, pero esta vez, para mí, no para un otro.