Por La Churro desde Chile
Hace unos días me reencontré con un amigo que no veía hace años, y comenzamos a hablar de nuestros amores y el amor en sí. Él me decía que el amor es un proceso que va ocurriendo con el tiempo, yo le digo que el amor ocurre en un segundo, o mejor dicho, en tres.
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Le comenté cómo me enamoro, cómo esa persona de transforma ante mis ojos de un momento a otro. Todo ocurre en cámara lenta, lo que hay alrededor se vuelve borroso, los aromas se hacen dulces e intensos, y sólo ves a esa persona, los sonidos se difuminan como si hablara la profesora de Charly Brown... ese es el segundo en que yo sé que me enamoré. "La estética del amor", me dice él muy pensativo. Exacto. Ese cliché de las películas de amor. Si existe un cliché es porque en algo se basa, ese segundo es real... o mejor dicho, esos tres segundos. Hace unos días veía una película de amor coreana, y el protagonista decía que sólo hacen falta tres segundos para enamorarse, y mientras cuenta, uno, dos, tres, los describe tal y como yo los he vivido.
"Yo no recuerdo de cuando me he enamorado -me dice mi amigo- sólo recuerdo las rupturas y guardo una carta de cada una de ellas". Yo guardo en mi mente como un gran tesoro esos tres segundos, varias veces tres segundos. Los recuerdo como una foto, o mejor dicho, como una película que pasa una y otra vez por mi mente, cada detalle, cada gesto, cada sonrisa, cada olor, cada gran amor.
Recuerdo esos tres segundos hace 12 años, en los que Ratón estacionó su auto frente a la casa de mis primas y bajó la ventanilla para invitarnos a su casa. Alguna vez debo haberlo visto cuando eramos niños, pero esa fue la primera vez que se quedó en mi retina y también fue el momento en que se convirtió en mi primer amor.
Recuerdo esos tres segundos a la mañana siguiente de haber tenido sexo por primera vez con mi Viejo. Él se lavaba los dientes con la puerta del baño entre abierta, yo aún estaba acostada en su cama y mientras lo miraba supe que quería seguir compartiendo esa hermosa cotidaneidad de lavarse los dientes día a día junto a él.
Recuerdo esos tres segundos en que mientras trabajaba escucho tras de mi "¿tienes un tatuaje en la espalda?", y me doy media vuelta para ver la sonrisa perfecta de El Innombrable. Mi gran amor y mi gran tortura, por eso de él no se habla.
Recuerdo esos tres segundos en que mi Barman Toyboy llegaba tarde a nuestra primera cita. Hizo un gesto con las manos para pedirme perdón, besó mi frente, se sentó y miró a su izquierda para pedir un trago a la garzona iluminado por la luz de las velas. No me importó que llegara tarde, porque su retraso fue para traer consigo la magia que creía perdida.
Sólo con Conejo no recuerdo esos tres segundos, recuerdo miles de segundos. Quizás por eso mismo, porque nunca hubo un inicio, es la historia que hasta hoy no tiene un fin.
Mi amigo me mira como viendo mi interior a través de mis ojos al recordar tanto amor vivido, "yo creo que tú te enamoras incluso antes de querer". Y su frase no se me borra, porque descubrió algo que no había descifrado de mí misma. Quizás si viviera el amor como un proceso, como él dice, y no lo simplificara en tres segundos sufriría menos, me desgarraría menos, lloraría menos... pero mi corazón no entiende de procesos y sólo empieza a contar uno, dos...
Para mí son cinco segundos, porque tiene que ser ese momento que ves algo que nadie ve. Cuando eso pasa, es porque los otros tienen también esa sensación.
ResponderEliminarWOW que fuerte churro :) me dejaste con la boca abierta. Muy lindo
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