Por Gabriela Enríquez desde México
-Lo lamento- le dije agitada, mientras le daba un beso en la mejilla.
Él, hermosamente, me dijo que no me preocupara. Hicimos fila por aproximadamente 10 minutos, todo era extraño; habían pasado 4 años desde la última vez que lo había visto, jamás habíamos hablado más de 5 minutos y solamente habían pasado 2 semanas desde ese rompimiento tan atroz de una relación de 3 años.
Nuestro momento incómodo y necesario terminó con un diálogo importante, donde hasta planes a futuro tenía a Nueva Zelanda.
Tan solo asentí con mi cabeza y una sonrisa de oreja a oreja.
Yo iba tarde, aproximadamente 20 minutos, iba corriendo a toda prisa. Creí que él ya no estaría y, para acabarla de amolar, él no tenía celular; pero cuando llegué él estaba parado, esperándome, radiante, hermoso, con camisa a cuadros de botones.
Él, hermosamente, me dijo que no me preocupara. Hicimos fila por aproximadamente 10 minutos, todo era extraño; habían pasado 4 años desde la última vez que lo había visto, jamás habíamos hablado más de 5 minutos y solamente habían pasado 2 semanas desde ese rompimiento tan atroz de una relación de 3 años.
-¿Por qué me invitaste a salir?- preguntó directamente.
-Porque me agradas- le dije después de 15 segundos donde claramente me veía nerviosa.
El volvió a sonreír, juro que su sonrisa es hermosa, sorprendentemente hermosa, es la fusión de dientes, labios y ojos achinados, esa fusión me vuelve poeta.
Después de recibir nuestro cono gratis, caminamos platicando de todo y nada, hasta que encontramos unas mesitas bizarras con "preparatorianos". Ya sentados seguimos platicando hasta ese silencio incómodo, 2 minutos de sonrisa ñoña y mirarse a los ojos.
-¿Y X's?- pregunto rompiendo el silencio, volviéndose una pregunta incomoda (e importante) y a su vez un momento inadecuado.
-¿Qué quieres saber?- preguntas como respuestas.
-¿Ya no son novios?
-No, ya no.
-Ok.
-¿Quieres saber algo más?
-No- me contestó sonriendo de nuevo... ¡oh, su sonrisa!
Nuestro momento incómodo y necesario terminó con un diálogo importante, donde hasta planes a futuro tenía a Nueva Zelanda.
Y como todo inicio tiene su fin, era momento de irnos. Me acompañó hasta que tomé el "transporte público"; le di un beso en su mejilla para despedirme y camine hacia la puerta del "transporte público".
-Nos vemos el martes, platicamos más tarde- me dijo antes de que cerraran la puerta.
Tan solo asentí con mi cabeza y una sonrisa de oreja a oreja.
Probablemente no sea la historia de amor más romántica, probablemente ni siquiera sea una historia de amor; pero si fue un momento (aún no me atrevo a llamarle cita) mágico, donde una chica en zapatillas, amante del ruido y de la ciudad, conoció a alguien que le gusta acampar, que le gusta pasear a sus perros, que le gusta la naturaleza, un polo totalmente opuesto, un mundo jamás explorado; un mundo al que se aventurará en 2 días en la siguiente "cita".
Uy, demasiado mágico y real, esas cosas pasas y hacen que sientas mariposas en la guata. Bellos, espero saber qué paso la otra cita :)
ResponderEliminarHola.
EliminarVoy viendo este comentario, lamentablemente nunca hubo segunda cita, pero si un hermoso e inspirador recuerdo.
Saludos♥
http://ventanavariable.blogspot.mx
Linda historia... los momentos más comunes a veces terminan siendo los momentos más mágicos y especiales de nuestras vidas :)
ResponderEliminarEfectivamente, aunque no tuvimos segunda cita, siempre será una muy agradable primer cita.
EliminarSaludos♥
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