Por Tania Yesivell desde Honduras
Clarissa caminó tan despacio como pudo, pero cuando llegó al estacionamiento, el autobús seguía ahí. No tuvo más remedio que subir, y rogar que hubiera mucho tráfico. Prefería caminar de la escuela a casa para demorar el momento en que comenzaban los arduos entrenamientos y estudios.
Érase una vez una mujer joven y normal que tenía un sueño sencillo:
dejar de ser normal, antes de dejar de ser joven.
Clarissa caminó tan despacio como pudo, pero cuando llegó al estacionamiento, el autobús seguía ahí. No tuvo más remedio que subir, y rogar que hubiera mucho tráfico. Prefería caminar de la escuela a casa para demorar el momento en que comenzaban los arduos entrenamientos y estudios.
Su madre quería que fuera una mezcla entre cirujana y química, para que pudiera curar todas las enfermedades, sólo para iniciar. Pero, por si acaso, la instruía en religión y la obligaba a tomar clases de kung-fú, practicar tiro al blanco y estudiar un nuevo idioma cada año.
Era terrible. Sí, había algo de fascinante en el hecho de que la mitad de sus instructores y vecinos mostrara tan alto interés en ella. Y lo mejor era que sus hermanos mayores se veían forzados a cuidar de ella en toda circunstancia; para eso los habían educado.
Pero, por otro lado, la presión de que algún «evento trascendental aún por definir» dependía de que ella aprendiera todo, la hacía sentir acorralada todo el tiempo. Además, sus compañeros creían que era una engreída o una asocial, porque nunca se detenía ni a mirarlos. No tenía tiempo.
Todo, porque cuando su madre estaba embarazada por cuarta vez, una joven con aire solemne, le dijo que “su hijo era el elegido”, para luego desaparecer entre la gente. Cada vez que Clarissa oía la historia, se disgustaba con esa vidente: ¿por qué ella?; ¿y por qué no había explicado para qué había sido elegida?; pero, sobre todo, ¿por qué había hablado como si se tratara de un niño?
Catorce años atrás, entre sus desafíos para obligarse a hacer una rareza cada día, una bromista había hecho que una madre comprara cosas de varón para su hija por nacer. Pero, ¿cómo iba a imaginar ella de que había estado hablando con la única persona que se iba a fiar de su aire solemne?
jajajajaja, que buen cuento!! podre de la protagonista por tener una mama tan loca y que otra loca le dijera algo como eso!!! en fin, cosas que pueden pasar en la vida real, el mundo esta tan raro que no me extrañaría que algún extraño acondicionara la vida de un no nacido aún.
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