Érase una vez una mujer, joven y normal, que tenía un sueño sencillo:
Dejar de ser normal antes de dejar de ser joven.
Persecución
―¡Siga a ese auto! ―exclamó enérgicamente nuestra joven protagonista.
El conductor del taxi se acomodó en su asiento. Dio una calada a su cigarrillo y, finalmente, preguntó:
―¿A cuál, amorcito?
Eso no lo había pensado, la idea era pensar lo menos posible en los resultados de su broma del día.
―Aquella cucarachita roja.
―¿Y hasta donde van?
―Ni idea, por eso, sígalo.
El taxista se encogió de hombros y comenzó a conducir. Poco después estaba preguntando a la joven porqué seguía al viejito. Porque, ¿era un viejito, verdad? Era un carro de viejito. “¿Es familia suya, nena?”. El hombre quería saber si no estaban en alguna cosa rara. “¿No será que usted tiene tratos con el viejo?”. Y, ¿de dónde venía ella?, ¿para dónde iba con el conductor de la cucarachita?, ¿por qué no iban juntos?
La bromista ya no sabía si había entrado a un taxi o a un confesionario, cuando de pronto el hombre empezó a insistir en que una niña linda como ella no necesitaba andar siguiendo ancianos pervertidos.
Boquiabierta la joven escuchó la perorata, hasta que el taxi se detuvo frente a una casita en medio de la nada.
―Listo ternura, son trecientos.
―¿Qué? ―exclamó ella, horrorizada, mientras salía del coche―¡Pero si esto es más cerca que mi casa!
―¿Y?
―¡A mi casa me cobran cien!
―Pero esta fue expresa, además podría meterme en problemas.
―¿Qué problemas, baboso?
―Pues no sé, ¿para que seguía al viejito?
―¡No hay ningún viejito y yo no lo estaba siguiendo!
―Trecientos, querida.
―Le doy doscientos.
―¡En fin! ―aceptó el hombre, y se marchó entre una nube de humo negro.
Con la complicación extra de que no sabía donde estaba, la chica concluyó que la broma no había sido divertida. Resultó que los taxistas reales no tenían ningún problema en seguir autos por ahí, siempre y cuando les pagaran barbaridades y pudieran hablar a gusto sobre lo raro que era.
Frente a ella, estaba estacionado el volkswagen rojo. Parecía que había sido pintado recientemente.
De él no salió ningún hombre de edad. Al contrario, era un joven y atractivo caballero, que saludó a la perseguidora con una sonrisa.
―Ah, la traían a usted hasta acá ―dijo, amablemente―. Le diré que ese taxi ya me tenía nervioso. Creí que me seguían.
La chica se mordió los labios. Y, ya que la idea era hacer locuras, le sonrió al desconocido.
¿A donde llevará eso? Todavía está por verse.
|
Amiga, tal vez no soy una escritora estrella (y ni cerca estoy de serlo) pero, ésto es grandioso. Muchas gracias por éste divertido "relato" haha :)
ResponderEliminarQuiero saber que paso!!!!!! Cuentame :)
ResponderEliminar