Érase una vez una mujer, joven y normal, que tenía un sueño sencillo:
Dejar de ser normal antes de dejar de ser joven.
El Cadáver
―Ya tengo el cadáver, ¿y ahora qué?
Ismael se puso pálido y aferró el aparato. ¿Cadáver? ¿Con quién lo estaban confundiendo? ¿En que lío podía meterse por atender una llamada al número equivocado? ¡Y justo en estas fechas! Viajaría para año nuevo... ¿sería sospechoso si viajaba después de atender semejante llamada? No. No. ¿Cómo que sospechoso? ¡Tenía que reportar está llamada de inmediato! En la compañía telefónica sabrían de donde provenía, ¿verdad? Sí, eso debía hacer: anotar la hora y dirigirse de inmediato a la policía.
¿Pero qué tal que buscaran venganza? ¿Y si se metía en más problemas por hablar que por callar? Tal vez sería mejor hacerse el desentendido.
―¿Hola? Te pregunté que debo hacer ahora. ¿Nervios de última hora? Lo llevaré a tu casa, ¿vale?
―¿Qué? ―exclamó sin poder contenerse, pues aquel nuevo horror lo tomaba por sorpresa―. ¡NO!
―No seas bobo, ni modo que lo lleve a la mía. Luego sería más difícil de mover. Llego en cinco minutos, ya estoy cerca.
La llamada se cortó, pero Ismael siguió sosteniendo el teléfono con fuerza. Cuando lo soltó, la mano con que lo sostenía comenzó a temblar tanto como la otra. ¿Cuánto había pasado ya? ¿Debía llamar a la policía?
No corría prisa para decidir, quizá. Después de todo, esos cinco minutos (de los que cada vez quedaban menos) no tenían nada que ver con él. Pero, si era así, ¿por qué alguien llamó a la puerta de su apartamento?
El joven volvió al teléfono, se acercó a la puerta y regresó a sentarse varias veces y en diferente orden, antes de decidir como proceder. Al final, revisó por la mirilla mientras sostenía el teléfono listo para llamar a emergencias.
Se rió al ver que se trataba de su más reciente amiga, un poco su pretendida, un poco su admiradora y otro tanto su crítica. Un poco rara, también; lo cuál a él le fastidiaba casi siempre, pero de algún modo a ella le sentaba bien. Ahora llevaba unas bolsas de supermercado; tejidas, no desechables. Ella tenía sus propias bolsas de compras y jamás usaba nada desechable si tenía opción. La dejó pasar y le contó su historia. Ella lo encontró todo muy divertido, aunque él seguía preocupado por lo que debía hacer respecto a la llamada.
―Por favor no llames a la policía ―dijo ella, entre risas―. Se arruinará la cena si vienen a interrogarme.
―¿Interrogarte? ¿A ti?
―Es cosa de enronquecer un poquito la voz para confundirte, ¿verdad?
―¡Eras tú! ¿Cómo...? ¿Por qué...?
―Por diversión, más que nada. Llamé para decirte que había encontrado un pavo perfecto para sustituir a tu víctima navideña tradicional, pero cuando contestaste, así con esa inocencia hermosa tuya... no pude evitarlo.
Ismael frunció el ceño, confundido pero no disgustado. Nunca terminaría de acostumbrarse al sentido del humor de esta chica. Por eso cada vez lo sorprendía.
Ha sido fabuloso haha. Fue realmente, una buena broma.
ResponderEliminarContinúa, por favor. Si no es mucho pedir.