Cuando estaba por salir de la universidad, mi idea era trabajar dos años, juntar la plata suficiente para el viaje e irme, pero todas la veces salía un imprevisto que me hacía romper el chanchito y empezar todo de nuevo. Tuve que comprar ropa de trabajo, me endeudé con el primer auto, después vino el postgrado, el cambio de auto, la casa, pagar el crédito universitario... Fue pasando el tiempo sin darme cuenta. Cada vez que gastaba mis ahorros decía, con lo que me quedó iré a otro lado. Terminaba haciendo con alguna amiga esos típicos viajes de 7 días y 6 noches. He conocido muchos lugares muy bonitos, pero cada vez que me subía a un avión decía: El próximo será el de Europa.

Hoy, a mis treinta y tantos, al fin mi viaje se concretará, tengo todo comprado y este mes pago mi primera cuota, sí, el pasaje lo compré en 12 cuotas, me dije que este año tenía que hacer mi sueño realidad y Santa Visa fue mi aval. Mientras todas mis amigas andan en la playa o mostrándome sus tostados fascinantes, yo me entretengo en mi casa visitando paginas de Internet de los lugares en los que estaré dentro de cuatro meses.