Advertencia:
esta reseña contiene spoilers de las
temporadas 1 y 2 de House of Cards.
Tras dos
temporadas de intrigas y maquinaciones perversas, House of Cards, la popular
serie original de Netflix, da inicio a su tercer ciclo desde el Despacho Oval
de la Casa Blanca, donde Francis Underwood (Kevin Spacey) ejerce como
Presidente de los Estados Unidos junto a su mujer y Primera Dama, Claire
Underwood (Robin Wright). El personaje más ambicioso de la televisión ha conseguido
su meta de convertirse en el hombre más poderoso del mundo. Sin embargo, como
veremos en estos 13 nuevos capítulos, la cima es sólo el comienzo para esta seductora
e inescrupulosa pareja.
La primera
mitad de esta temporada gira en torno al proyecto estrella de Francis, America Works, un programa, según él, tan
visionario como lo fue el New Deal puesto
en marcha por Franklin D. Roosevelt durante la Gran Depresión de los 30s. Pero
con la mayoría del Congreso en contra, sumado a un clima político desfavorable, Underwood descubre con rapidez que las estrategias que le dieron
tan buenos resultados durante su escalada a la presidencia, no tienen el mismo
efecto desde su posición como Jefe de Estado. Por primera vez, veremos la
ambición de Frank jugándole en contra al punto de poner en riesgo a una nación
completa.
"Ningún escritor merecedor de respeto se resiste
a una buena historia, al igual que ningún político
se resiste a hacer promesas que no puede cumplir"
- Francis Underwood
Esta
temporada se diferencia de las otras en que, por fin, los guionistas se
entregaron por completo a la exageración, a los puntos de giro improbables y a
una trama tan intrincada e inverosímil que, de tener cualquier semejanza con la
realidad, el mundo entero debería temer
por su futuro. House of Cards es el Gone
Girl (2014) de las series de televisión; Frank Underwood es Amy Dunne (Rosamund
Pike) y nosotros, la audiencia, somos Nick Dunne (Ben Affleck), víctimas de una
ambición desmedida que nos encanta al punto de hacernos ignorar la falta de
lógica en sus acciones.
Entre los
elementos más memorables cabe destacar la incorporación al elenco del
Presidente de Rusia de ficción, Viktor Petrov (Lars Mikkelsen), versión caricaturesca de Vladímir
Putin y fuente de conflicto durante la mayor parte de esta temporada. Doug
Stamper (Michael Kelly), a quien creímos muerto finalizada la segunda
temporada, regresa a poner en duda sus lealtades con el Presidente. Asimismo,
Claire comienza a perder fe en el proyecto de su esposo cuando un escritor, Thomas
Yates (Paul Sparks), revela la fragilidad del matrimonio más poderoso de los
Estados Unidos.
La tercera
temporada de House of Cards tiene todo lo que se podría esperar de un excelente
drama político sin el realismo —para algunos, tedioso— de las series que la
precedieron. Con diálogos perspicaces, personajes intensos y un relato fascinante,
sobran razones para disfrutar de esta producción original de
Netflix, primera en su estilo en ganar un premio Emmy.
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