Hace casi unos seis meses mi papá nos dejó. Así, sin demasiado ruido ni muchos avisos. De buenas a primeras, simplemente se fue. Callado y sin avisar, como solía él venir y retirarse usualmente de nuestras vidas.
La sociedad moderna nos obliga a seguir adelante, sin detenernos demasiado a analizar qué nos pasa, por qué nos pasa o de qué forma salir. Simplemente hay que fabricarse una sonrisa y seguir adelante. En esta entrada quiero compartir un poco de mi experiencia sobre este duelo con ustedes, de cómo la vida sigue aunque muchas veces deseemos detenerla. Pero ante todo, mi forma de sobrellevar el dolor, qué hacer y qué no; porque en definitiva, como decía mi papá, para morir sólo es necesario estar vivo.
En el último tiempo, la realidad del duelo se ha vuelto, francamente, como una especie de dimensión desconocida. He pasado días enteros en los que sólo quiero dormir, pero al hacerlo mi papa se aparece en mis sueños, de diferentes formas. Por ende, al despertar, el dolor es aún más grande.
El duelo tiene, sin dudas, muchas etapas. En los primeros momentos podemos pasar la negación, bronca, ira, dolor. Todos, más o menos sabemos qué pasa cuando nos enfrentamos a la muerte.
Pero nadie nos cuenta que pasa con el correr del tiempo. De las ausencias definitivas, de las mañanas en las que solo, desesperadamente, precisamos oír la voz de quien ya no está entre nosotros. Para esta realidad nadie nos prepara, la muerte es algo tan común, pero tiene mala fama. Entonces durante toda nuestra vida transitamos sin pensar en el fin del viaje.
No se trata de vivir pensando en la muerte, sin dudas que no es eso. Pero sí se trata de aprovechar al máximo nuestra vida y la de los demás. Dedicarle el tiempo suficiente a los afectos, sin ponernos excusas absurdas que en realidad sólo dilatan los buenos momentos que podríamos vivir.
El duelo es una especie de sombra pesada y lacrimógena que nos acompaña a todas partes. En esos momentos en donde todos disfrutan, yo sólo pienso que bueno sería poder contarle a mi papá mi último logro, mi siguiente proyecto o aquello que me tiene abrumada.
El duelo es un hueco permanente en el corazón que se agranda cada vez que extrañamos, o necesitamos del que no está. Darse el tiempo de llorar, estar triste sin negar el dolor, es sin dudas el camino más sano para transitarlo.
Si estás pasando por él, no lo corras, no pretendas distraerte para estar bien porque cuando menos lo esperes te atacará sin piedad tumbándote al piso. Durante mucho tiempo supe negar mi tristeza, fabricarme una sonrisa y seguir, hasta que un buen día distraído, sucedió. Fue como apretar un botón y abrir una represa de lágrimas. Todo el dolor contenido salió a la luz y hoy esta realidad, completamente ajena para mi, se me planta adelante con el peso de un yunque sin colaborar para que pueda sortearla.
Por eso mi única recomendación es hacer lo que sientes. Si estás triste, siéntente libre de estarlo; si quieres llorar, acurrúcate en tu cama y llora. No puedes cambiar la realidad de la muerte, entonces no puede no dolerte.
Seguir adelante como si nada es, sin dudas, lo más insano para el alma.
me llego, nunca pasa el dolor, en mi caso trato de recordar las voces de esos seres queridos ya que a veces me da miedo no acordarme de sus voces.
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