El ABURRIDO Club de Pablo Larraín

Fui a ver El Club, la nueva película de Pablo Larraín, con altas expectativas, las cuales se fueron a tierra luego de 10 minutos de avanzada la película.

La cinta nos trae a un grupo de curas desterrados de la iglesia católica, que luego del suicidio de un nuevo miembro, son investigados por la iglesia para el eventual cierre de la casa en la playa en la que están viviendo. Todo esto mientras son acosados por un indigente que sufrió abusos por parte de curas en su niñez.


Partiendo por el reparto, esta cinta cuenta con actores chilenos de primer nivel. Se destaca la actuación de Antonia Zegers como la pasivo/agresiva ex monja y carcelera de estos 4 curas, que nos da una tranquila locura en su interpretación de cada gesto y cada palabra. Luego, Alfredo Castro interpreta a un cura que está ahí por abusos a menores, además dedica sus días a entrenar a un galgo que corre todas las semanas para ganar dinero con las apuestas. Alejandro Goic fue desterrado por dedicarse a las adopciones ilegales. Con Jaime Vadell no queda muy claro, porque la forma que encontraron de contarnos que fue lo que hizo cada uno de estos curas fue por medio de entrevistas que les hicieron para investigar el tema del suicidio, entonces el personaje de Vadell lo único que dice es algo como que fue confesor de militares que torturaban gente durante la dictadura. Alejandro Sieveking tiene una especie de parálisis cerebral, por lo que nunca sabemos porque está ahí. Y por último, Marcelo Alonso, el cura investigador que viene desde los altos mandos de la iglesia a saber que cresta pasa en esa casa.

Los actores son buenos, pero los personajes son malos, esta película se aprovechó del vuelo que dejó “El Bosque de Karadima” para volver a tocar el tema de los curas corruptos y que la iglesia no hace nada por castigarlos, chiste repetido sale podrido.

Para bonus track tenemos a Catalina Pulido, Gonzalo Valenzuela (si, el manguera) y Diego Muñoz que son un grupo de “jóvenes” surfistas cuicos estereotipados al más puro estilo de película chilena, que están ahí no sé con qué fin y tampoco sé quién le dijo a Pablo Larraín que este trío de vejestorios pasados de moda eran la epítome para representar a la juventud más acomodada del país.

Siguiendo la ruta de la decepción con esta película, le siguen los diálogos. Aquí es donde me pregunto: ¿Pablo Larraín es chileno?, ¿ha vivido alguna vez en Chile?, ¿ha escuchado hablar alguna vez a gente de todas las clases sociales de Chile? Porque realmente los diálogos de esta película parecen sacados de cualquier lado, menos de Chile.

Partamos con los “cuicos”, interpretados por el trío años dorados que no sé si recuerdan cómo hacer el papel de un veinteañero. Estos tres se la pasan toda la película hablando de "rotos y flaites" a diestra y siniestra. También hablan de "esa playa", que nunca dicen dónde es, que es tan re fea que no entienden cómo alguien puede vivir ahí -a lo cual me sumo sin entender por qué están ahí si lo encuentran tan "feo y flaite"-. A estos diálogos de mierda se suman eternas risas, todo es "tan gracioso y roto y flaite". Mi frase favorita: cuando el manguera empieza a recordar, entre muchas risas, como una vez un roto le quiso tocar el pelo a la Pulido porque nunca había visto un pelo así en vivo (claro, colorinas desabridas sólo hay de Plaza Italia para arriba), y él, que es tan gracioso, le dijo que por 20 lucas se la podía… bueno, ya saben a dónde voy. 

Otras líneas inolvidables vienen por parte de Roberto Farías, este indigente que acosa sin cesar a los curas gritándoles en peroratas interminables afuera de su casa, cómo es que los curas abusaban de él cuando era niño. Se supone que el cura que abusaba de él era el interpretado por José Soza, que se suicida al principio tras escuchar 5 minutos corridos del discurso de Farías, y no lo culpo, porque me dieron ganas de hacer lo mismo tras 5 minutos corridos de esta película. Analicemos: un indigente, borracho, con poca educación y que fue abusado de chico, ¿va a usar palabras como glande, prepucio, pene y succionar para relatar los abusos recibidos? Sobre todo si los está gritando a modo de protesta. Este personaje está tan mal hecho que es un insulto a todas las víctimas de abuso del mundo. Un tipo que vocifera lo que le pasó, pero que después dice que en verdad le gustó y que conoció el verdadero amor con el curita aquel. Cada vez que habla es en un tono monótono, de corrido y sin respiro, siempre cayendo en el relato de como el glande con el prepucio y el escroto con la vesícula seminal antes de la hernia y el sacro iliaco, y así. Términos demasiado técnicos para alguien que se supone no tiene educación.



El desarrollo de la historia es lento y los tonos lacónicos que se le dan a la fotografía y la música son realmente agotadores. Todo en amanecer, atardecer, noche o nublado, se abusa de un simbolismo de lo más básico y manoseado. La música del clímax, con campanas de fondo sonando eternamente y violines estridentes, es más de lo tolerable por una persona normal. Y sin dar spoilers, puedo decir que el mismo clímax y final de la película son una basura que anula todo lo ocurrido anteriormente y que nos deja preguntándonos para qué cresta nos sentamos todo este rato a aguantar esta basura cliché, si el final va a ser una porquería antojadiza que viene a rematar una película que no hace ningún intento por desmarcarse de lo que ha sido hecho mil veces por el cine chileno y por este mismo director.

¿Mi consejo? Esperen a que la película salga en el cable o que ya esté para bajarla, porque gastar plata en ir a verla es casi un insulto a la inteligencia del público que va al cine esperando algo de calidad y es sorprendido con por un refrito de todo lo que ya fue.







CONVERSATION

2 ya son Blogger@s:

  1. Primero creo que no entendiste la película pero no voy a gastar lineas en explicarla solo voy a aclarar que el lugar donde transcurre la película es La Boca una playa muy piola de la sexta región, el trío de cuicos esta en Matanza (una playa a media hora caminando desde La Boca) donde las olas son perfectas para surfear lo que ha hecho que se llene de perritos zorrones con jeeps y tablas, es por eso que están ahí, no porque les guste el pueblo.

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  2. Acabo de ver la película (10-II-16). Me pareció entretenida. Si bien la temática está algo exacerbada y los sacerdotes están dudosamente reglados por la carcelera (que no debería significar nada para lo que habrían hecho en el pasado), creo que el monólogo de Roberto Farías se corresponde con lo que pudo haber escuchado al ser abusado, repitiendo la fórmula una y otra vez, independientemente de entenderla o no; ello se corrobora (según creo dentro de mi muuuy básica experiencia como fanatincha del cine) con la repetición que hace en su última intervención, al repetir monótonamente todas las drogas (por cierto, en general legales) que debe consumir. En todo caso, se esfuerza por hablar medio flaitoso lo que se agradece, aunque no le resulta siempre. Concuerdo también en que los tres "jóvenes" surfistas están demás, a no ser al principio de la peli cuando Alfredo Castro observa a los muchachos con una mirada concupiscible y, la verdad, ninguno de los tres surfistas me parecen buenos actores. También creo que la escena con la mujer y Sandokan estuvo demás. Para terminar creo que de todas formas las pelis no están obligadas a "demostrar" ser fieles copias de lo real, sino que en ser entendidas, aceptadas o rechazadas por el público, es decir, generar una reacción en nosotros, por lo que creo que "El Club" sí seduce con su pateticidad simbólica, fotográfica o de guión. Finalmente, los guionistas intentaron construir a cada personaje (curas, psicólogo, Sandokán o Sandokan, monja) de la mejor forma posible para que el espectador logre penetrar en ellos (mala elección de palabras), lo que me parece loable, sin embargo ocasionalmente reiteran inoficiosamente esta profundización en su psique. Definitivamente hay que verla. Gracias por leer esta opinión desde afuera, simplemente como espectador.

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