Todos conocemos la frase "amor de lejos, felices los cuatro", pero qué sucede si la que está lejos es tu mejor amiga?
Al igual que en el romance, la amistad pasa por etapas. Al principio, hay encuentros casuales que luego se convierten en no tan casuales. Aparecen intereses comunes y poco a poco se dan cuenta de que hablan al menos 5 veces al día. La diferencia es que las amigas no se declaran amistad ni pregonan a los 4 vientos que encontraron su BFF. Eso sería bastante inusual (jajaja).
Así era mi relación con MaGa. Vivíamos en la misma ciudad, compartíamos gimnasio y hablábamos/ chateábamos toooodooooo el día. Teníamos enecientos temas de conversación: chismes, moda, película, maquillaje y pare usted de contar. Pero nuestra amistad iba más allá de frivolidades: las dos sabíamos estar en los momentos malos. Y en los no tan malos.
Juntas lo pasábamos genial. Todos necesitamos a alguien para reir, llorar y, sobretodo, confiar. Ese alguien era MaGa, porque a tu BFF se le cuentan cosas que jamás dirías a nadie más. Mucho menos a tu pareja.
A finales del 2012 tomamos la decisión de mudarnos a Chile, tierra natal de mi esposo. Si cambiar de casa es todo un proceso, imaginen lo que significa cambiar de país. De repente, mi vida se transformó en una máquina de hacer trámites, embalar, regalar, donar, recoger y limpiar. Creo que me ahogué dentro de innumerables gestiones para no pensar en lo que iba a dejar atrás.
Cuando le dije a MaGa que me iba, casi lloramos. Juramos que nos llamaríamos todos los días, que no íbamos a sentir la distancia, que pronto nos visitaríamos... un montón de promesas que en serio pensábamos cumplir.
La fecha del viaje cada vez estaba más cerca y necesitaba días de 30 horas para terminar la infinita mudanza, pero siempre había "tiempo que perder" con MaGa. Un almuerzo, una sesión de spinning, un entrenamiento sorpresa, una carrera... en fin, algo que podíamos compartir a pesar del torbellino pre traslado.
Al fin llegó el temido día cero. La triste despedida. Entre risas (y lágrimas) nos dijimos adios. El vuelo duró 9 horas, y apenas aterizamos le escribí para decir que todo iba bien. Que el cambio comenzaba con buen pie.
Pasaron los días y me fui acostumbrando al nuevo país, las nuevas personas, los nuevos amigos... mi nueva vida. Seguía en contacto con MaGa, pero ya no hablábamos 24/7. A veces ni una vez por semana.
Dicen que los verdaderos amigos nunca se pierden, pero creo que eso no es cierto. Estando lejos es muy difícil compartir las mismas cosas. El día a día es diferente. Su realidad ya no se parece a la mía. No hay chismes que contar, temas para comentar, chistes para reir. Y si bien seguimos siendo amigas luchando contra la distancia, sabemos que -al igual que en el amor- los kilómetros pesan dentro del corazón.
Entrada enviada por @mbpadron, Chile
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