Nos encontramos en esta
vida y decidimos amarnos… “El amor, como ciego que es, impide a los amantes ver
las divertidas tonterías que cometen”, William Shakespeare.
Corría la segunda quincena
de enero del 2009 cuando esta historia da un giro inesperado. Fue un viernes
común, tan aburrido que me decidí a invitar a Neone a un festival de cine que invadía la ciudad. Si bien reconocimos nuestra conexión con la música, ambos
teníamos afición por el séptimo arte, aunque opiniones muy distintas sobre lo
que es “buenísimo” en una película. Para él, el cine debe ser lento y
profundo, mientras que para mí tiene que ser Rápido y Furioso – Reto Tokio. Perdón, las cintas memorables viven en mi cabeza, era rápido y entretenido lo que quería decir.
La idea era ver un par de
películas que me parecían interesantes, tenía el programa en la mano y el
itinerario destacado. Una película chilena estaba en la lista, se llama “Tanto
Tiempo”, dirigida por Claudio Polgati. Al leer la trama sentí que tenía que
verla, pero no me imaginaba lo que detonaría. Neone me dijo que sí, que tenía
tiempo para acompañarme al festival. Me puso contenta la noticia, aunque no le
di mayor importancia a esa emoción. No podía darle valor porque se
trataba de un hombre casado quien me acompañaría al cine. Casado, con una
esposa embarazada de su primer hijo y una vida íntegra que siempre puso por
delante. Así que me subí a su auto y simplemente fuimos, sin análisis alguno de
por medio.
Al llegar al cine nos
dimos cuenta de que nos habíamos perdido el comienzo de la primera película del programa y que no era tan interesante la descripción de la trama, así que pensamos un par de segundos y nos fuimos a
tomar un café al local más cercano, con la idea de volver a ver aquella película
chilena que yo tanto quería ver. Nos sentamos, yo pedí mi cortado
doble, él su expreso doble, encendimos cada uno un cigarro y hablamos. Pero esta conversación fue distinta a las que se venían dando desde hace ya un par de meses, por primera vez estábamos solos
mirándonos a la cara y compartiendo 2 de nuestros más arraigados vicios: café y
cigarro.
Conversar mirándose a la
cara puede llegar a sentirse como un abrazo intenso cuando se hace con la
persona correcta. Como ese abrazo de año nuevo que nos dimos en la oficina, que
Neone definiría más adelante como “el abrazo que duró peligrosos 2 segundos más
de lo normal”. No nos costaba mucho llegar a temas profundos, ya veníamos en un
tren de conversaciones íntimas interrumpidas por la mirada constante de la
gente en la oficina y por la conciencia del deber ser sólo compañeros de
trabajo. Pero ese día no había miradas y la conciencia fue disuelta en el
interés acumulado, de ambos, por ese ser humano que teníamos en frente.
Hablamos de cosas
triviales, hablamos de cosas profundas, hablamos de su familia y de la mía, de
sus deseos y los míos. Nos miramos mucho, creo que por primera vez con completa
atención. Aunque ambos procurábamos que las miradas no fueran a pasar del
límite, nuestras palabras no fueron tan cuidadosas. Recuerdo que en un momento
miré fijamente el cenicero casi lleno y me pregunté “¿qué pasa acá?”, con miedo
y felicidad a la vez, con ganas de que ese momento fuera eterno e irreal.
Porque no podía ser real que este hombre se estuviera metiendo en mi alma tan
rápidamente. No podía ser real que Neone, un hombre intachable, estuviera
viviendo lo mismo que yo comenzaba a vivir.
Salimos del café, a ver
“Tanto Tiempo”, y yo ya no era la misma, ya sentía distinto. Quizás pasó que después de ese café me permití sentir libremente, no lo sé,
pero los 3 minutos de caminata hacia el cine no los recuerdo en absoluto. Confundida por lo
que estaba pasando me senté en la butaca a calmar el pensamiento, él se sentó a
mi lado y le dije algo estúpido que no recuerdo (muy propio de mí cuando pierdo
el control de la situación), a lo que él contestó con otra estupidez que no
recuerdo. Reímos incómodamente tratando de controlar cada gesto, sintiendo como la situación vislumbraba que todo había cambiado entre nosotros, cuando apagan las luces y comienza la
película.
“Tanto Tiempo” trata de una
ex pareja que se encuentra por casualidad en la calle después de un buen tiempo
sin verse. Comienzan una caminata en donde aparecen temas inconclusos de su relación, sus vidas desde que se separaron y sus más profundos miedos. Es una
conversación de esas que se dan pocas veces en la vida, de esas que cambian todo, quieras o no. El guiño a nuestra reciente charla en el café era obvio,
ambos acusamos el golpe. Cuando terminó la película nos paramos de las butacas sin
decir nada hasta salir del cine, en un reflexivo silencio que no permitía escuchar el ruido de la multitud saliendo del recinto. Fue ahí, bajando la última escalera, cuando me preguntó qué me pareció la
película. Yo seguí caminando, lo miré de reojo y contesté: “es raro, quedé con nostalgia de lo no vivido”.
Él sonrió y seguimos hacia el auto.
Columna enviada por Amanónima, Chile
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