Tuve una buena educación, terminé mi cuarto año de escuela superior y también me recibí con un grado de Bachillerato en Administración de Empresas. Mi crianza fue buena, a pesar de no tener un padre en mi núcleo familiar y, de ser hija única, pues, las cosas se dieron relativamente bien. Mis abuelos me cuidaban cuando mi mamá se iba de juerga o trabajaba, o estudiaba en horario nocturno.
Y cuando hablo de buena educación, me refiero además a que, a pesar de no contar con papá en casa, e incluso con su ingreso, y mucho menos con su manutención -ya que el hombre se esfumó de la faz de la Tierra- pues, mi madre se encargó de matricularme en un colegio privado para que yo recibiera una buena educación (valores incluidos).
Hoy día, poseo todo eso. Pero... mis decisiones son basadas mayormente en mis sentimientos. ¿Y qué hago yo con tanta educación y tantos valores? Si a la hora de la verdad, mis sentimientos: me cohíben, me esclavizan, me torturan, me limitan y aprisionan.
El amor y la razón no complementan en mi cerebro y, en conclusión, soy una ignorante. Cuánto envidio esas mujeres que, tal vez no tienen tanta educación, pero son tan prácticas en el amor. Deciden lo que les conviene o al que le conviene. También envidio a esas mujeres que tienen la determinación necesaria para tomar decisiones firmes, a pesar de amar a alguien y a pesar de estar sufriendo... A ésas, ¡las admiro!
Pero yo... Hoy día, ante esta depresión que enfrento, luego del rompimiento de mi relación de catorce años, me siento insignificante e incapaz de luchar. No sé si éste es un síntoma normal de la fase en la que estoy hoy día. Pero, ¿para qué fingir? Al día de hoy, he hecho cosas por amor que jamás me creí capaz de hacer. Me he humillado, he rogado, he llorado, he escuchado desprecios, rechazos, lo he escuchado decirme que no disfruta mi compañía y que, posiblemente, esa nueva mujer con la que está, es "lo que él necesita".
Así que, amiga, no basta con tener un buen intelecto y una hermosa fachada física. Todo eso hay que complementarlo con el ingrediente esencial: una base emocional firme (inteligencia emocional). Si tienes hijos y, aún tienes tiempo, nutre esa semilla para que no sufran tanto en el futuro (por amor). Háblales de sentimientos.
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