Una de las preocupaciones para un
emprendedor es su competencia. Qué vende, cómo lo vende, a quiénes les vende son preguntas que necesitamos respondernos, más que nada porque debemos
conocer muy bien el mercado que pisamos cuando lanzamos nuestra marca al mundo.
Sin embargo, emprender está lleno
de emociones y una etapa que no está carente de ellas es esa, visualizar
quiénes venden lo mismo (o muy similar) a nosotros.
Estuve preguntando a un grupo de
emprendedoras de distintas áreas cómo se sintieron cuando vieron que en el
mercado habían otras haciendo lo mismo que ellas y me llevé una grata sorpresa: la gran mayoría tenía una postura muy positiva respecto a la competencia.
Muchas lo veían como una oportunidad de diferenciarse y otras fueron muy
generosas al decir que había personas y mercado para todos.
Sin embargo, no creo que esta
postura haya sido así siempre. Pocas reconocían que en un comienzo sintieron
miedo, frustración e incluso rabia y creo que en esas emociones que debemos
detenernos.
Sentirnos inseguras frente al
trabajo de otras marcas, que llevan más camino recorrido que nosotras, es muy normal. Emprender, sin duda, es una montaña rusa de emociones. Un día nos
levantamos optimistas como nadie y al otro queremos no seguir en la lucha. Con
la competencia pasa igual, no creo que todas digan de primera “Me alegra que
haya competencia porque me lleva a ser mejor”, al contrario, arrugar la nariz y
comenzar a analizar con ojo crítico lo que hace la otra es lo
primero que hacen, apuesto.
¡Y ESTÁ BIEN!
¡Somos emprendedoras, no la Sor Teresa!
¡Somos emprendedoras, no la Sor Teresa!
Lo importante es no quedarnos
ahí. Debemos saber, como dijeron muchas de las emprededoras que participaron en mi debate,
que la competencia es oportunidad para diferenciarnos, darle valor auténtico a
nuestra marca, conocer amigas que están en la misma, crear alianzas, apoyarnos
entre mujeres y crecer como marca.
¿Qué fue lo primero que pensaste
cuando viste que habían varias haciendo lo mismo que tú?
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